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En primavera y verano cambian nuestras actividades cotidianas: nos vamos a bañar, hacemos más vida nocturna porque alargan más los días, más actividades de ocio por aquello de tener más tiempo, vacaciones… Nuestra actividad en el centro también cambia, en primavera y verano se venden más flores, se hacen más trabajos de jardinería, vamos al huerto y convivimos más entre compañeros a través del trabajo físico.

Este año no podía ser menos y a parte de vender flores de la Aldea en el mercadito, también las plantamos por todo el pueblo en las jardineras y hasta en la piscina para colaborar socialmente en la consecución de un entorno más bello. Por supuesto sembramos y recogimos en nuestra huerta y no olvidamos aunque redujimos nuestro espacio de talleres de estimulación cognitiva: lecto, cálculo, memoria y atención…

Y ahora, finalizando el verano como decía “cambio de chip”, ya vuelven a asentarse los conocimientos en la clase y con ello el de las actividades orientadas a la formación, ¡que no es que no fueran formativas las anteriores! Pero quizás estas que se presentan se acomodan hoy al otoño, al invierno, a la asimilación de conceptos desde un espacio más receptivo al trabajo de aula… pero eso sí de “aula abierta”.

Cristina Pérez (Taller ocupacional de Navaluenga)


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